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«Estrategia», por Felipe Garrido

14-03-2012 por  
Archivado en: Cursos

Si tuvieras un aparato de última tecnología y pudieras saber lo que ciertas personas hablarán y pensarán de ti dentro de 5 años, ¿qué te gustaría oír? ¿Quién te gustaría que lo dijera?

Ser reconocido por mis jefes como un trabajador creativo; por mis compañeros como un apoyo; o por mis clientes como un socio en la solución de problemas, pueden ser algunas respuestas. Cada uno tenemos la nuestra.

La respuesta a esta pregunta es nuestra Visión de lo que deseamos ser en un futuro próximo, y al igual que nos sirve a nosotros, les sirve a las empresas. ¿Cómo deseamos que nuestros stakeholders – todos los interesados en nuestra empresa – perciban a nuestra empresa en el futuro?

Una empresa sin visión no puede llegar a ningún sitio de manera organizada. La visión es el punto donde queremos estar en el futuro, que ahora sólo está en la mente de los líderes. Esos líderes que deben marcar el camino para llegar allí.

Este camino es como una línea. Y como toda línea, para definirla tienen que existir dos puntos. Estos puntos son la misión y la visión de la empresa.

Si la visión era el futuro, la Misión es el presente, ¿qué somos ahora?, y mejor aún, ¿para qué estamos aquí?, ¿para qué existimos?, ¿cuál es nuestra razón de ser?

Y claro, no vale eso de ¡… para ganar dinero! Por supuesto que hemos puesto en marcha una empresa para ganar dinero; pero existen muchas formas de hacerlo, y sobre todo, hay que pensar en qué valor proporcionamos a nuestros clientes, que son los que, de verdad, nos harán ganar dinero.

Cuando hacemos consultoría estratégica, la parte más importante es la que llamamos Etapa Filosófica. En ella los directivos de la empresa reflexionan y marcan los puntos clave de su orientación. A partir de estos puntos es desde donde podemos construir un camino, una estrategia para la empresa.

Pero esto no ha hecho más que comenzar. No podemos quedarnos en el principio y el final, definidos de manera ambigua. Cuantas veces hemos oído eso de:

¡Quiero ser una referencia en el mercado!

¡Quiero que nos conozcan por nuestra calidad!

¡Estamos aquí para proporcionar productos y servicios que cubran las expectativas de nuestros clientes!

Tenemos que operativizar, hacer medibles y observables estas ideas. Tenemos que detallar la misión en todos aquellos negocios que llevamos a cabo, y la visión en aquellos objetivos estratégicos que queremos alcanzar en el medio plazo – que cada vez es menor -.

Y aquí llegamos a un punto que suele escaparse, huir de nuestras reflexiones, escabullirse entre los documentos, los números y los análisis. Es el momento de definir nuestros valores, que van a estar en la base de las políticas de la empresa.

Los valores son las creencias que nos permiten hacer juicios y nos sirven de guía; que concretamos en nuestras actitudes hacia objetos, personas o situaciones y que manifestamos en nuestros comportamientos.

Las políticas son las “líneas rojas”, que nos indican qué es lo que no debemos hacer para alcanzar nuestra visión, o bien, en positivo, qué comportamientos organizativos debemos fomentar.

Si nuestro objetivo es alcanzar la cima, proporcionando servicios o productos a nuestros clientes, hay muchas formas de hacerlo; pero no todas encajan con nuestros principios. ¿O, realmente creemos que el fin justifica los medios?

Establecer una Declaración Estratégica Compartida (DEC) de Valores es un punto fundamental en la elaboración de un Plan Estratégico de empresa. Reflexionar sobre estos valores, permite a los directivos darse cuenta de qué es prioritario.

Porque ¡no nos confundamos!, los valores son los mismos para todos. A nivel individual, Milton Rokeach (1968, 1973) ya definió un conjunto de 18 valores instrumentales, que pueden ser compartidos por todos. La diferencia es el orden de prioridad que les damos. ¿Qué está primero, la integridad o la ambición; la independencia o la obediencia; la creatividad o la lógica?… por decir algunos de los que parecen enfrentados.

Los valores deben estar presentes en toda la empresa, en la comunicación, en las iniciativas de la organización, en los comportamientos de los empleados, en las diferentes prácticas de gestión.

Sólo se tendrá éxito en el alcance de la visión si todos los miembros de la organización comparten una serie de valores y están unidos en un propósito común.

Estos tres aspectos que hemos comentado hasta ahora marcan el comienzo de un Plan Estratégico de una empresa; pero, si nos fijamos bien, también sirven para un plan de acción personal.

Muchas veces actuamos sin un plan, dejándonos llevar por la actividad diaria, por la rutina, a la que dejamos que gobierne nuestra vida. Y eso se traslada incluso a la asistencia a actividades de formación.

Por eso, siempre me gusta preguntar, al comienzo de las clases, el primer día que nos conocemos ¿por qué está este curso en tu estrategia, en tu camino? ¿Por qué este curso va a facilitarte alcanzar tu visión?

Al igual que a los empresarios, reflexionar sobre estos aspectos nos permite, a todos, orientar nuestros comportamientos para alcanzar nuestra meta.

Esta es una de las razones por las que me gusta la Dirección Estratégica. Me permite ayudar y aprender a la vez, hacer reflexionar y pensar al mismo tiempo en mi orientación personal.

Cada cierto tiempo le doy un giro de timón a mi vida profesional, basándome en estas ideas. Si quieres que te echemos una mano, ya nos conoces. ¡Somos PERSON!

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